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Abel Posse no debe ser Ministro de Educación de la Ciudad de Buenos Aires
Que sepamos, Abel Posse no redactaba directamente los discursos de los genocidas de las Juntas militares de la dictadura de 1976, aunque no se privó de participar en ella desde oscuros rincones. Sin embargo, parece haberse decidido a redactarlos ahora, treinta y tres años después. La institucionalidad democrática le parece un escenario apropiado para aplicar sus destrezas de escritura a favor del discurso del terrorismo de estado, hasta tal vez mejor que la propia dictadura. Por cierto, lo hace en la época en que tal discurso puede encontrar la oportunidad de sostenerse en el voto de quienes estén dispuestos a apoyarlo. Un gobierno democráticamente electo lo designa Ministro de Educación. Pone bajo su conducción la educación de los niños y jóvenes que en un futuro próximo serán, muchos de ellos, estudiantes universitarios.
Lo que nos parece gravísimo no es su presunto ánimo polémico, que no lo tiene, porque todo en su discurso es apología del terrorismo de estado, denigración de la defensa de los derechos humanos, humillación de los pobres y desamparados, difamación macartista de las izquierdas, del progresismo y de las memorias históricas y políticas. Su discurso conforma una pieza memorable del uso del lenguaje al servicio del mal, la violencia estatal autoritaria, el crimen de estado legitimado por la razón de la fuerza. Es un discurso que convierte a gran parte de la población en enemiga delicuencial y víctima de la ley y el orden proclamados en sus versiones perpetradoras del horror, y por ello mismo adversas a toda norma, a toda convivencia, al menor asomo de una condición colectiva democrática.
Lo que nos parece gravísimo es que un ministro de educación designado se permita formular semejantes nociones y que además pretenda hacerlas pasar por la expresión pública de una labor intelectual.
Lo que nos parece gravísimo es que se presuma, desde el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que la línea que ha sido atravesada por Abel Posse con sus infamantes y denigratorias palabras de violencia y crimen pueda ser tolerada por quienes profesamos un compromiso con la educación, la convivencia democrática y la apelación a la política como camino para dirimir diferencias y conflictos sociales, en lugar del crimen y la represión.
Lo que nos parece gravísimo, entonces, no son sus opiniones -harto conocidas desde siempre-, sino el lugar desde el que se lo habilita para enunciarlas.
Desde nuestro ámbito, como docentes, educadores e investigadores de la Universidad pública, no podemos asistir a semejante acontecimiento sin manifestar nuestro horror y profundo e irreductible repudio ante lo que de ninguna manera constituye una polémica, sino un liso y llano atentado contra la vigencia de los derechos humanos y la democracia.
Llamamos a todas las comunidades educativas y a las fuerzas sociales, políticas y sindicales democráticas al pronunciamiento y la movilización contra el acto de lesa convivencia democrática que implica la designación de Abel Posse como Ministro de Educación de la Ciudad de Buenos Aires.